martes, 7 de abril de 2009


La catástrofe ecológica del Mar de Aral.


El Mar de Aral, que estaba considerado el cuarto lago o mar interior más grande del mundo, comenzó a ver reducido el nivel de sus aguas, en la década de los sesenta, cuando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) desvió el caudal del Amu Daria y del Sir Daria para regar los cultivos de algodón de Kazajstán y de Uzbekistán. Durante la década de los ochenta, el Mar de Aral no recibía prácticamente nada de agua, por lo que empezó a evaporarse rápidamente y a bajar de nivel hasta que finalmente, quedó dividido en dos partes: el gran mar de Aral al sur, y el pequeño mar de Aral al norte. Actualmente, este mar interior ocupa tan sólo algo menos de la mitad de lo que ocupaba antes y el nivel de sus aguas se ha reducido aproximadamente el 75%.

La impresionante disminución del Mar de Aral es una de las peores catástrofes medioambientales de todos los tiempos. La salinidad de las aguas se ha triplicado, lo que ha provocado la destrucción de su flora y fauna. A medida que va bajando el nivel de las aguas, queda en superficie una capa de pesticidas químicos y sales naturales que son arrastrados por el viento en forma de nocivas tormentas de polvo que afectan gravemente la salud de los habitantes de esta región. El cáncer y las enfermedades respiratorias han aumentado, así como la tasa de mortalidad infantil. La industria pesquera, que antes daba trabajo a miles de personas, ha desaparecido. Las orillas se han convertido en tierras estériles y deshabitadas. Antes de la década de los sesenta, pueblos y ciudades, como Aralsk y Muynak, que estaban situados en la orilla del mar, se han quedado actualmente a mucha distancia del litoral. Incluso el clima se ha visto afectado, ya que tanto las temperaturas de invierno como las de verano se han extremado.



Los resultados sobre la salud


No menos pavoroso resulta hablar de los resultados de esta catástrofe sobre la salud de los habitantes de la región, afectada ésta por el uso de plaguicidas y fertilizantes que el cultivo del algodón requiere y la salinidad del agua potable, cuatro veces superior -40 gramos por litro- al límite establecido por la OMS.


Así los casos de hepatitis, cáncer de garganta, enfermedades respiratorias, de los ojos e infecciones intestinales se han multiplicado por siete al número existente en 1960. La región registra la mayor mortalidad infantil de toda la antigua URSS.

La bronquitis crónica ha aumentado un 3.000% y la artritis un 6.000. En la región uzbeka de Karakalpakstán, las mujeres padecen una pandemia de anemia y el 97% de ellas tiene unos niveles de hemoglobina muy inferiores a los 110 gramos por litro de sangre que fija la OMS.
La causa de esto último se debería al agua, saturada de estroncio, zinc y manganeso. En esta misma zona de Uzbekistán el cáncer de hígado creció de 1981 a 1987 un 200%, el de garganta un 25% y la mortalidad infantil se elevó un 20%.


Soluciones


Aunque existe divergencia en la manera de solucionar el problema parece que sí hay unanimidad en que el mar de Aral jamás volverá a ser el mismo y mientras unos ven posibilidades de recuperarlo en buena parte, otros se aprestan a evitar lo que puede resultar siendo una catástrofe humanitaria.


Entre las soluciones propuestas las hay que resultan casi peores que el propio mal, como la desviar los ríos siberianos Ob e Irtish que desembocan en el Ártico y canalizarlos 2.400 Km. hacia el sur, con lo que éste océano dejaría de recibir aguas menos frías, cambiaría la temperatura de la zona y la salinidad.


También existe alguna otra idea poco realista, como llevar 73 kilómetros cúbicos anuales de agua al mar de Aral durante veinte años, con lo que se restablecería su altura de 1960.


De momento las que se están aplicando y, al menos, han conseguido no aumentar el problema, consisten más bien en sustituir cultivos de gran consumo de agua por otros que necesitan menos riego o nuevos sistemas de drenaje.

El desastre del mar de Aral es una trágica evidencia de lo que puede ocurrir si desarrollamos nuestros actos ajenos al medio ambiente que nos rodea, sobre todo si estos afectan a los recursos naturales y a la salud.

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